Hacía seis años que el Arse no ganaba en Mataderos, pero el estigma se rompió y de la mejor manera. El equipo de Alfaro ganó, gustó y goleó a un rival que está cada vez más complicado en la lucha por evitar el descenso.

El primer tiempo resultó lo más equilibrado del partido. Cada uno con su estilo, la etapa terminó favorable a Arsenal por la mínima diferencia de gol, pero en el juego se notó que el elenco de Sarandí entendía el sentido de “equipo” y Chicago solo era un cúmulo de voluntades individuales repletas de nervios.

Apuntalado en el sobrio trabajo defensivo, en las atajadas claves de Cuenca, en el “relojito” del centro de la cancha que son Ortiz y San Martín, en la explosión por la bandas de Garnier y Llama, y en la espectacular labor ofensiva de la dupla Obolo-Valdemarín, el Arse redondeaba un aceptable primer tiempo, coronado con el gol de Obolo a los 13` tras asistencia de Llamita.

La infantil expulsión de Talín a los 38`por un absurda agresión a Garnier le dio al adiós definido del partido al Torito de Mataderos.

En la segunda etapa todo fue de Arsenal. El manejo del balón, el dominio del terreno, las situaciones, los goles. A esta altura Chicago casi no oponía resistencia en defensa y era previsible en ofensiva.

Los cambios del técnico local Rodolfo Motta no surtieron el efecto esperado por él, Chicago acrecentó su imagen desfigurada y Arsenal se floréo en la noche de Mataderos.

Llegaron los goles de Obolo, Mouche (a los 10`segundos de haber hecho su debut absoluto en primera división) y la definición exquisita de Raymonda.

A esa altura sonaba el “ole, ole” de la tribuna visitante, donde casi 700 hinchas se sentían en la gloria, más punteros que nunca...