Como anticipábamos en el final de los últimos partidos, el Arse se estaba encaminando hacia una victoria. Si bien el triunfo se seguía postergando, Arsenal estaba mereciendo más que sus rivales. Por eso finalmente se pudo ganar.

Del otro lado estaba Colón, que también tenía urgencias, pero por lo que demostró dentro de la cancha, le sobraron nombres y le faltó actitud. Sin embargo no fue tan fácil la noche. Arsenal fue más que la visita, pero siguió creando pocas situaciones de gol (su mayor problema en este momento), que encima no entran y por eso los triunfos no llegan.

Pero esta vez se dio. Pudo ser de Casteglione en el primer tiempo, producto de una jugada preparada , pero el defensor no llego a empujarla. Y el gol vino por parte de otro de los de la línea del fondo: cuando parecía que lo bajaban y el arbitro cobraba penal, Bustamante (de gran partido), la empujo como pudo, y consiguió el tan ansiado gol.

Incluso se podría haber aumentado, si no hubiese sido que el palo se lo impidió a Fernández. Lo mas importante fue que se ganó, y que el equipo debe volver a ser fuerte de local como lo fue en el Apertura. De a poco se va logrando, este fue el cuarto partido consecutivo que Arsenal termina con su arco en cero jugando en el cilindro (el último que le convirtieron fue de Gandín para Rafaela).

Si bien a Arsenal no le faltan demasiados puntos para salvarse este año del descenso, es casi imprescindible sumar mas de 20 al finalizar del torneo, pensando en el futuro. Si no se sumara una cifra parecida, en el próximo campeonato se empezará desde muy abajo. A esto hay que sumarle que ya se dividiría por tres campeonatos, lo que hace mas difícil engrosar el promedio.

Lo importante es seguir mostrando esta actitud, de querer manejar bien la pelota, y jugar un poco mas cerca del área contraria para tener mas chances de gol. También sería vital ganar la mayoría de los partidos que quedan de local, rivales como Gimnasia, Chacarita o Lanús. Hay que mirar lo que se viene, y tomar la fuerza y la confianza que nos dio este reencuentro con el triunfo.

Va encaminándose el Arse. Le cuesta. Todo le insume más tiempo y trabajo que en los torneos anteriores en primera. Hace nueve fechas que no canta victoria, pero tras la caída dolorosa en el Monumental encadenó tres empates similares en lo que deja para la tabla, pero diferentes en cuanto a la actitud que queremos para el futuro. Ahí se nota que el equipo lentamente está mejorando. Y lo confirmó en Bahía Blanca. Le puso el pecho a un partido muy chivo, casi una final y si hubiese tenido el fuego necesario para definir las opciones de gol, tendría tres puntos más.

Arsenal jugó mejor que Olimpo. Siempre intentó llevarle peligro al arco defendido por Vivaldo con la pelota al ras de piso, sin desesperarse, buscando los espacios necesarios. El regreso como titular de Mariano Monrroy no podía haber sido más auspicioso. Condujo al equipo, encaró y se mostró siempre para ser receptor. Encontró un buen socio en Juan Fernández y tuvo química con Calderón. Por eso el el primer tiempo fueron tres las llegadas a fondo de un Arsenal que falló en la puntada del final. Olimpo se repitió en pelotazos y los defensores visitantes se lucieron en sacar todo lo que cayó cerca de Alejandro Limia.

No varío mucho la segunda etapa. Olimpo siguió buscando por arriba y Arsenal tuvo otras tres situaciones para convertir. Quizás perdió continuidad en el juego el conjunto de Burruchaga, pero fue el dominador de las acciones y el partido se desarrolló también en la etapa final más cerca del arco de Olimpo.

Parece que se encontró el esquema, se llegó más, se creó más peligro, la defensa no se resintió y sólo faltó contar con la precisión necesaria y una pequeña cuota de suerte para justificarlo en la red adversaria.

Optimismo y satisfacción por el punto de cara a las fechas decisivas del Clausura 2004.

Sin dudas que todos los que somos de Arsenal nos fuimos con una sensación de vació muy grande, el equipo había luchado durante todo el segundo tiempo por esa victoria tan ansiada, tan buscada y que tanto se hacia desear. Lamentablemente el árbitro del partido se asustó, vio que la llegada a su casa iba a ser complicada y por eso creyó conveniente darle algo a los hinchas de Banfield que tanto lo habían insultado.

Al margen de los aciertos o no, Rafael Furchi fue influenciado todo el tiempo por lo que le reclamaban los jugadores desde el campo. Sin dudas de esa forma el partido se fue desviando para el lado del taladro, aunque después salga como un “llorón” Julio Falcioni con cara de irónico a protestar contra el árbitro y contra el planteo de Burruchaga.

Antes de todo eso, hubo un buen primer tiempo de Arsenal, con toques rápidos y con mucha movilidad de sus atacantes, eso que tanto le veníamos pidiendo a Burru, volviendo a ser el equipo que fue en su momento. Promediando la primera etapa podíamos ver a un Fernández Di Alessio manejando la pelota y haciendo jugar al resto, a Rodolfo Quinteros con sacrificio pero también con habilidad en el ataque y buenos toques, también a un “gomito” que le dio un poco de sorpresa a los avances hasta que tuvo que ser reemplazado por una lesión.

Realmente el equipo del viaducto estaba jugando aceptablemente y como premio llegó el tiro libre desde la puerta del área, con la alegría de que un jugador del club convirtiera para poner al visitante arriba. ¿Y Banfield? Todos a llorar, como toda la tarde.

En el complemento el local sin dudas jugó mucho mejor y metió al viaducto contra su arco, empezó a complicar con centros y pelotas paradas que los defensores del Arse no se cansaban de rechazar. Falcioni mandó a la cancha a otro de sus llorones, el archi conocido José Luis Sánchez, sin dudas un verdadero dolor de cabeza, en todo sentido.

Fueron varias las que pasaron cerca del arco de Alejandro Limia. Pero las más importantes fueron dos remates de Adrián González cerca del palo y un tiro libre de Sánchez que Patricio González sacó sobre la línea, era casi una hazaña el cero en el arco. Hasta que sobre el final llegó ese penal tan dudoso como la honestidad de Rafael Furchi, esos penales que son más fáciles de cobrar contra Arsenal que contra cualquier otro. A mi entender Manrique se queda parado esperando lo que iba a hacer Bilos, que se deja caer hacia atrás. En definitiva fue gol del “pelado” Sánchez.

Un empate justo, pero que llego desde la injusticia de un penal que no fue. Ahora quedará para otro partido lo que podría haber sido una victoria muy buscada y ansiada, que seguramente debe andar por el nivel exhibido durante el primer tiempo, con un equipo rápido y con sorpresas.

Si el derechazo de Juan Fernández, pasados los 41 minutos de partido, es el primer acercamiento de Arsenal al arco de Pontiroli, algo no está bien. Si Benítez queda solo delante de Limia y cabecea afuera en la más seria de Quilmes, algo está fallando. Si Burruchaga se anima y mete a Christian Gómez para jugar con enganche la última media hora pero saca a Vilallonga, uno de sus delanteros, la audacia se diluye. Si Gustavo Alfaro hace debutar a Diego Torres —delantero y muy ovacionado por la gente de Quilmes— pero el pibe desafina y es amonestado por un patadón a los 50 segundos de haber entrado, la idea no se cristaliza. Si los hinchas de Arsenal y Quilmes salen insultando y chiflando a sus equipos, sí: el 0-0 les quedó enorme.

La necesidad de sumar es común a todos los equipos, se sabe. Y mucho más para aquellos que miran bastante seguido la tabla de los promedios. Hasta ahí todo bien, ya que para Arsenal y Quilmes todo punto es bienvenido. Pero lo que no se entiende es cómo no lograron siquiera armar una jugada decente de peligro. El 4-4-2 con que ambos se pararon tuvo mucho que ver. No se puede negar. La sobrepoblación del mediocampo fue el principio del fin para el partido y para los delanteros, quienes quedaron aislados permanentemente. Sólo Carrario, con esa habilitación a Benítez, logró meterse en juego. Del resto ni noticias. O sí, pero únicamente cuando se fueron reemplazados.

Con movimientos lentos y haciendo sombra como si se tratara de un entrenamiento, el partido jamás terminó de armarse. Todo fue lucha, pases errados a dos metros, pelotazos a ninguna parte y puro aburrimiento. Apenas las ganas y la vergüenza de Braña sirvieron para no sentirse tan defraudado. Y eso sin ahondar demasiado en que lo del Chapu fue apretar los dientes, barrer y sacarla lo más lejos posible. Se esperaba mucho más de Benítez. Había antecedentes como para ilusionarse con un Juan Fernández desequilibrante. Se suponía que era la tarde para animarse y conseguir esos tres puntos que ante los grandes no siempre se sirven en bandeja. Pero no.

Desde el banco tampoco llegaron las soluciones. Tras el 0-5 de la última fecha ante River, Burruchaga se quedó callado y siguió haciendo cambios para no cambiar nada: delantero por delantero (Romero por Calderón) y volante por volante (Quinteros por Hirsig). Mientras que Alfaro arriesgó un poquito con Ceballos, pero enseguida reculó. Así, el empate llegó solito. ¿Un empate de ensueño? Y... de sueño, sólo de sueño.